La adolescencia como ciclo vital constituye una etapa muy importante del desarrollo de una persona, en este ciclo vital, va emergiendo la identidad, surge el pensamiento propio, la diferenciación de nuestras figuras de cuidado, la identificación con nuestros pares, la búsqueda de nuestro sentido y camino de vida, la exploración de la sexualidad, de los límites, el descubrimiento poco a poco del significado del mundo adulto y por ende nuestro rechazo a ciertas posturas de éste.
Esta etapa puente entre la infancia y la adultez, está caracterizada por muchos cambios bio-psico-sociales. La complejidad de estos cambios y la manera de afrontarlos, en mucho tiene que ver con las características de la familia en la cual crecemos, nos descubrimos y nos desarrollamos. Menciono esto dado que la familia provee de la seguridad o inseguridad que los vínculos brindan para seguir evolucionando.
Así, por ejemplo, si las personas adolescentes no cuentan con factores de protección suficientes para compensar los factores de riesgo que provienen de sus contextos de desarrollo, éste puede verse alterado. Las características de la familia de la cual es parte la persona adolescente, es una de las fuentes principales de factores de protección y nutrición, aunque en esta etapa ya no es la única, pues se abren otros nichos relacionales de los cuales ellas y ellos brevarán para crecer y desarrollarse; sin embargo la familia suele ser en muchos de los casos la fuente más cercana con la que cuentan las y los adolescentes.
Es aquí donde padres, madres y personas cuidadoras con el trato en la guía que otorgan, construyen el tipo de ambiente relacional que nutre y que permite ganar la autonomía necesaria que este ciclo de vida requiere.
El desarrollo de esta autonomía, es una de las tareas familiares clave para la preparación de la emancipación de las y los adolescentes que les llevará a su vida adulta, y es una tarea compleja de alcanzar. La complejidad se deriva por la aparición del conflicto cuando los padres y las madres están intentando llevar la tarea de la crianza al promover normas y límites que permitan la adaptación a la vida familiar de las personas adolescentes y éstas reclamando una relación más igualitaria, reclamando su ensayo a la vida adulta desde un lugar más simétrico.
Por ejemplo Lutte nos menciona “los padres todavía se sienten útiles para su hijo y el deseo de autonomía de éste les desilusiona; creen conocerle bien, y temen dejarle indefenso para afrontar la vida; los años de convivencia durante la niñez les impide darse cuenta de que su hijo ha cambiado y que hay que tratarlo de otro modo, abandonando los estilos autoritarios en favor de otros más democráticos”.
Por tanto el conflicto intergeneracional es un elemento de las crisis de ésta etapa, Cada generación defiende sus propias normas e intereses en correspondencia con el contexto histórico- social en el que se desenvuelve, por lo que su modo de interactuar con el medio que la rodea tiende a diferir de las generaciones que la antecedieron. Por lo que es importante reflexionar sobre la armonización entre autonomía y conexión.
Desde la teoría del apego y las neurociencias hoy sabemos que pese al conflicto, los vínculos que construímos en las relaciones familiares siguen siendo uno de los elementos clave para el sano desarrollo, base para generar la confianza necesaria que permita a las y los adolescentes la exploración y también la búsqueda de la familia como referente de protección en momentos de dificultad o adversidad. Las crisis que se deriven de ésta etapa, son la señal de necesidad de cambio de un ciclo de vida a otro.
Como nos menciona la Dra. Inés Di Bartolo: Los vínculos de apego, cuando funcionan bien, son ese lugar seguro donde los humanos podemos crecer y florecer. Que linda frase
En general los seres humanos en la infancia, pasamos por un largo periodo de buenas relaciones con nuestras figuras de apego, donde es común que no se cuestione el estilo de relación, las normas, los rituales, las creencias que van transmitiendo padres/madres a hijos/hijas, dado que nuestra supervivencia en esta etapa inicial depende de estas figuras adultas, es decir hay una adaptación hacia la relación, estamos programados biológicamente para que así sea.
Sin embargo entrada la adolescencia esta relación sufre por lo común una transformación debido a la conquista de la autonomía frente a las figuras de apego, al conocimiento de otros contextos y fuentes de inpiración y relación que tienen en un mundo que se vuelve más amplio, lo que les permite optar; y esto en ocasiones genera malestar en las figuras de cuidado pues todo lo conocido y predecible se mueve y ahora no somos las únicas figuras referentes para la toma de desiciones de las personas jóvenes.
Esto en muchas ocasiones es muy amenazante para las figuras de cuidado, pues trastoca lo construído en la etapa de la niñez. Si entendemos que las crisis derivadas de los ciclos vitales son una invitación para la adaptación de madres, padres y cuidadores al estilo de relación y trato que esta nueva etapa demanda, donde es importante sembrar el camino a la emancipación de la vida adulta. Se espera que esta etapa dé lugar a un pensamiento más crítico y más realista en las relaciones con sus padres, lo que les lleva a desafiar opiniones, expresar diferencias como una forma saludable de afirmarse a sí mismos e ir construyendo su identidad y criterio.
Desafortunadamente este proceso si tiene una lectura equivocada por parte de las personas adultas, puede llevar al distanciamiento, un debilitamiento del vínculo con las figuras de cuidado, quienes al sentirse amenazadas y heridas, puede llevar a un aumento de los conflictos familiares, y por tanto problemas en la relación.
Como nos dice Boris Cirulnik "Cuando un padre o una madre han adquirido el vínculo seguro, no agravan el enfrentamiento, si no que sosiegan al adolescente y esperan que vuelva a expresar su afecto. Pero cuando el padre o la madre, debido a su propia historia, han puesto demasiada energía psíquica en el o la joven, se sienten heridos por la vehemencia de él o la adolescente y se consideran descalificados en el papel parental".
Es en esta crisis vital donde aparecen en muchas de las ocasiones las heridas no resueltas de nuestras propias adolescencias, las mitologías que construímos de esta etapa y que en muchas de las ocasiones nos causaron malestar que poco a poco fuimos normalizando. Es aquí donde la forma en que las personas significativas se vincularon con nosotros toma relevancia, pues es el mapa por el cual nos movemos, sin que necesariamente sea el territorio que ahora recorremos con las y los adolescentes que actualmente acompañamos con nuestra guía.
Con lo anterior queda claro que este ciclo trae retos, desafíos, duelos y cambios que involucran a todas las relaciones familiares, y que pondrán a prueba la vinculación y comunicación con el propósito de evolucionar hacia la autonomía.
Así que seamos pacientes, reflexiv@s, cercan@s y preparemos la evolución que nos reclama esta etapa.
LUZ DEL CARMEN AGUILAR
Luz es parte del equipo docente del diplomado: ACOMPAÑAMIENTO SENSIBLE PARA EL SANO DESARROLLO ADOLESCENTE.
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